lunes, 2 de febrero de 2009

Cuando nos hierve la sangre


Introduzco lentamente el alquitrán y la nicotina en mis pulmones, siento como se expande por mi cuerpo, he intento calmar ese crepitar en mi sangre.

Mi mano lleva otra vez el cigarro a los labios, los tengo entreabiertos preparados para cerrar el hueco, mientras exhaló pienso en como me gustaría, callar esos murmullos, no cegarme en la molestia. Que todo quedara en palabras ínfimas, sin sentido alguno, lo siento pasar por mi garganta, pero un cigarro no basta.

Comienzo hacer dibujos con el humo y mis dedos van quitando su forma, quisiera dejar la mente en blanco. Mirar un punto lejano donde concentrarme. El martilleo constante de la ebullición no me deja, me va hipnotizando con su tintineo, una guerra interna se cierne en mí, mirando el resurgir de la llama, que se apaga en el momento que mi boca se separa de la boquilla.

Se pasa tan rápido, sin dejarme tregua, lo arrugo contra el cenicero, sin lograr disipar.

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