sábado, 12 de julio de 2008

Recuerdos: la habitación de las niñas

Hoy me apetece escribir sobre una sensación del recuerdo, hace apenas minutos he colgado el teléfono, hemos estado mi hermana Chio y yo hablando un ratito, al volver a la mesa del ordenador he tenido ese flash del pasado.

Antes las diferencias de edad con mis hermanas eran muy agudizadas sobre todo cuando ellas estaban en plena adolescencia y yo estaba en el carrito, también es cierto que me llevaban con carrito y todo en todas sus fechorías.

Ahora yo estoy separada de ellas, vivo en otra ciudad y ellas apenas están distanciadas por seis kilómetros, recurrimos al ordenador y las llamadas para estar en contacto, las fechas como los cumpleaños que durante años han sido sagradas y otros días especiales para nuestra familia.

Mi recuerdo va dirigido hacía una habitación, de paredes rosa y muebles verdes chichón, un gran armario, buró repleto de cajitas y muñecas de porcelana. Cuando era pequeña entre nosotras coleccionábamos cajitas de metal, las muñecas y arlequines de porcelana era algo sólo mío que mis hermanas me regalaban para hacer la colección propia, naturalmente teníamos otras cosas como los comics un día contaré sobre ellos. La habitación tenía una ventana grande con rejas cortas para que no cayéramos por ella, dos camas una enfrente de la otra, repisas repletas de pequeños adornos, y posters uno especial de mi hermana Ro de Elvis Presley otro de Chio de Lauren Bacall con Bogart el mío era de Marilyn Monroe y por último uno central de todas de Charles Chaplin con la leyenda “Se tú, e intenta ser feliz, pero ante todo se tú”. Una mesita pequeña que se usaba para poner la lámpara de noche, mi hermana Ro la había encontrado en un contenedor la restauró y pintó para darle un nuevo uso y una jarra de metal preciosa, que también fue restaurada, percheros con sombreros londinenses, pañuelos de Ámsterdam o Berlín entre todas esas cosas y las cuatro paredes estaba nuestro mundo.

A nuestra habitación siempre se le ha dicho el cuarto de las niñas, y nosotras lo usábamos no solo para dormir, para confeccionar ropa nueva, una falda vaquera con un triangulo fue todo un quebradero de cabeza, al final yo di con la forma de lograr el modelo, hacer muñecas de trapo, reuniones con amigas y el café, discusiones con los novios, llantos, sueños, lecturas, música, era nuestro santuario; puedo usar esa palabra para describirlo pues en la noche nos sentamos en las camas y las charlas se podían alargar hasta la mañana, no había tema que fuera tabú para nosotras, de vez en cuando mi padre o mi madre aparecía en las horas mas introspectivas, “niñas callaros un rato que no dejáis dormir” inclusive mis hermanos nos gritaban “¡callaros ya!”. Nosotras nunca hacíamos caso hasta que el sueño nos vencía, la luz nunca se apagaba, no puedo decir si era por mí que me diera miedo a la oscuridad o por las tres en general que nos daba seguridad, yo me agarraba fuerte a mi hermana ya que compartíamos cama y me encontraba a salvo.

Antes que ellas dos se despertaran me levantaba y entre las dos camas, me preparaba para mi sueño de la niñez, hacía en mi bloc diseños de ropa, pantalones, trajes, faldas todo lo que con mi imaginación podría hacer con unos trozos de tela, en otro color verdoso mis cuentos luego guardaba ese bloc de anillas con negro con un arlequín y el verde aguado, las despertaba y nos íbamos a la cocina donde mi madre y mi abuela nos esperaba con el te y café sin olvidar el pan frito, ese pan solo lo desayunábamos los domingos junto con mi padre, en la salita él nos contaba la historia de nuestra familia y nosotras le relatábamos nuestros sueños y triunfos.

Cuando en estos momentos alguna de ellas vuelve a Sevilla, volvemos a pasar esas noches tal como antaño, las horas pasan y nuestras gargantas se quedan secas, entre la charla, las risas y las lágrimas por los que nos faltan.

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